A pesar de los pesares varios que pesan sobre nuestros hombros, siempre nos quedarán a plazo fijo una serie de certezas y verdades
universales tales como que Marzo marceará,
o Mayo nos mayeará con sus flores, por poner un par de ejemplos ilustrativos. Es lo que tienen los inicios
primaverales. Pero hasta ese momento no nos dejemos llevar por
las ansias de calor y disfrutemos de este Febrero a medio uso, mes febril por
donde se quiera mirar.
Y es que mientras unos
deliran postrados en sus respectivas piltras con toses mucosidades
y temperaturas corporales de record Guiness
en su comunidad de vecinos, otros se dejarán caer en los febriles vapores de San Valentín, conocidísimo santo
del Siglo III lustro arriba o abajo, y probable accionista mayoritario de unos
grandes almacenes de la época.
Santo, sí: pero con visión comercial. Algunos,
en un alarde de acaparación sin precedentes conjugarán ambas cosas demostrando
que es posible casar romanticismo y mucosidad, eso sí de forma febril y
disparatada en la escala Celsius. Los
más frikis también se moverán en
grados Farenheit y Kelvin mientras recitan haikus y juegan a Dragones
y Mazmorras versión “I
Love You so much my Little Troll” como si les fuera vida y hacienda
en el empeño.
Pero independientemente de Días de los Enamorados y otras
hierbas, hay lugares comunes que a muchos se nos repiten todos los días del
año, aunque marcee, mayee o septiembree como si no hubiera un mañana: sí
amiguitos. Me refiero a esa perla de las relaciones amorosas. Ese conocidísimo
juego cuya variante más común se denomina, agárrense al sofá, “Cari… ¿Me quieres?” (La fatiguita me invade…).
Y a sabiendas de que parte de la concurrencia ya habrá
cavado una trinchera de profundidad media con provisiones suficientes para
subsistir un asedio moderado, no puedo dejar de desarrollar el conocidísimo
argumento, que deja al mismísimo Tenorio reducido a escombros de consumo
marginal:
-Cari…
-¿Qué? (ya empezamos)
-¿Me quieres?
-Claro que sí (suspiro de resignación)
-¿Cuánto?
-…¡Mucho! (ainssssss….)
-¿Cuánto es mucho?
-¿Me quieres?
-Claro que sí (suspiro de resignación)
-¿Cuánto?
-…¡Mucho! (ainssssss….)
-¿Cuánto es mucho?
A partir de este delicadísimo punto ya se masca la tragedia y la cosa puede
derivar por derroteros muy diversos en función de los años de convivencia y/o
la insistencia de la parte que efectúa el despiadado interrogatorio.
Por eso, a la hora de agasajar a sus respectivas partes
contrarias con motivo del magno evento del día 14 piensen en que hay que
reactivar la economía. Y si en el intento su billetera les golpea en la cara
con un guante, no acepten el duelo. No les compensa el honor sabiendo que van a
perder y que siempre les quedará ese comodín tan socorrido como de dudoso
efecto:
“La intención es lo que cuenta”.
Y si cuela, miren ustedes, pues eso que se llevan….
Tienes toda la razón Isma, pero.. (éste comentario debería ser más extenso, pero la intención es ...Saludos.
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