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sábado, 14 de diciembre de 2013

Yo me remendaba, yo me remendé y otras perversiones.

Como cada año por estas fechas llega esa cosa que se llama Navidad, exceptuando, claro está, a El Corte Inglés, porque allí llega aproximadamente en agosto como queriendo decir que el que avisa no es traidor, cosa que es de agradecer. Pasa lo mismo con la estaciones del año, que estás en pleno febrero a lo tuyo y sin molestar a nadie con el moquillo aflorando por la pituitaria y te restriegan por el carús sin anestesia ni nada  que allí ya es primavera. Te jodes.

Luego, eso sí, ya se van sumando el Carrefour, el Ikea y el Mercadona a eso de primeros de noviembre, momento en el cual es obligatorio poner villancicos a todo trapo doce horas seguidas para que el chiquirritín, en clara connivencia con los peces en el río, el Adeste Fideles y la chocolatera, que debe ser oriunda de Marruecos,   nos inciten a la compra desenfrenada y el consumo orgásmico sin tiento ni conocimiento ninguno de cosicas del Hacendado que por no tener no tienen ni gluten. Luego, ya se sabe, yo me remendaba yo me remendé la Visa y asunto resuelto. Para todo lo demás MasterCard por vía parenteral.

 Sin embargo el resto de la humanidad se corta un poco y espera hasta el puente de la constitución, momento en el cual se activa un mecanismo ancestral que tenemos en el hipotálamo o en alguna guarrería similar,   que nos dice que antes de las 00:00 horas del 9 de diciembre hay que sacar el árbol y los adornos de los chinos y del Ikea del altillo del armario y montarlo todo de inmediato porque de lo contrario se altera el continuo espacio-tiempo y el universo puede entrar en bucle, con el agravante de que se te puede averiar el karma a lo tonto.  Que dicho sea de paso, la interpretación que hacen los chinos de los adornos y la simbología de la cosa navideña le ronca los perendengues. Basta ver los Papás Noeles ahorcados o las banderas con el niño Jesús que meten susto al miedo que se ven colgados por los balcones patrios. Válgame la paya. Que nosotros no nos metemos en sus Budas o sus Confucios por la cosa del respeto y el desconocimiento, porque de lo contrario igual lo flipaban en Dolby Surround del bueno.




Otro clásico de estas entrañables fechas es tu señora que, como cada año, no sabe qué regalarte. Porque por si no lo saben, a la parienta es MUY fácil regalarle (parienta dixit) y sin embargo a nosotros es dificilísimo porque con esas aficiones raras que tenemos  no hay quien se aclare.

Ejemplo inapelable:

-Buenas tardes amable tendero. Quisiera regalarle a mi marido algo para el iPad
-Sí señora. ¿Qué versión de iPad tiene su marido?
-Pues uno de color blanco.

Y ahí el tendero ya se pone a sudar tinta china y a cavar una trinchera lo bastante profunda  porque sabe que es una batalla perdida de antemano. Esto es aplicable a casi todas las aficiones:

-Hola buenas. quería una caña para mi marido, que le gusta mucho la pesca.
-¿La quiere de surfcasting, de boya, de coup, de spinning...?
-No, no. Para pescar. Peces concretamente.

Por el contrario, si tienes que comprarle algo a tu señora la cosa es muy simple:  le preguntas a la dependienta y ya ella te da la orientación necesaria:

.-Hola, quería unos pendientes que sean monísimos

Y ella ya te entiende perfectamente y te empaqueta que lo flipas unos pendientacos con un envoltorio con lacitos y puntillas que tú jamás podrías igualar ni mirando un tutorial en Youtube en cuatro vidas que vivieras (o vivieses).

Atención: obsérvese que es de vital importancia utilizar el adjetivo "monísimo" aplicado a cualquier objeto. Al loro que esto entra para examen, amiguitos.

El tema culinario merece capítulo aparte. Porque cuando es Christmas Time hay que comer en condiciones. Esto viene en el convenio y hay que respetarlo. Y es que ir a casa de tu cuñada o de tu suegra, comer que lo flipas y que encima te lleves varios tuppers de escalopines al Oporto, Lubina en salsa Bercy y langostinos es una cosa inigualable se mire por donde se mire. Y sin pagar ni nada.

Otro tema es el día 1 de enero. Esa jornada de Ibuprofeno's Day que debería estar prohibida por Decreto-Ley. Vamos a ver: ¿Qué necesidad hay de pasar una jornada absurda en la que tienes lagunas mentales, acidez de estómago y te entran unas ganas insuperables de comerte las uvas pasas, las peladillas y las roscas de anís  que el día anterior te parecían perfectamente prescindibles? Y luego, naturalmente te forras a base de bien con los tuppers anteriormente mencionados mientras te ves a los Chunguitos en la repetición del especial de Nochevieja. Vamos, que no hay donde colgar un candil.

Pero eso sí: luego llega el día de Reyes que es una cosa que mola mucho aunque seas republicano y muy mayor. Y es que, amiguitos de la fauna ibérica, el que no se consuela es porque no quiere.

Sin olvidar el discurso de Su Majestad el Rey, que como cada año se llena de orgullo y satisfacción porque ya se sabe que la justicia es igual para todos, excepto para los que no lo es ni jarto de grifa de la buena. Pero eso es otro tema.

Así es que, cada cual pase estas fiestas lo mejor que pueda o sepa y nuestros ínclitos dirigentes le dejen. Más que nada porque no está de más llevarse medianamente bien con el prójimo aunque sólo sea unos días. Luego ya se sabe que a partir del 7 de enero se levanta la veda y cada cual volverá a esputarle legítimamente en el ojo al vecino como quien no quiere la cosa. Miren ustedes, yo concretamente a Papá Noel le tengo unas ganas que lo flipas pero lo disimulo como puedo. Y no pasa "ná de ná".

A mí, que quieren que les diga, las Navidades me molan mucho. Qué se le va a hacer...

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