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miércoles, 16 de mayo de 2012

Rayos, truenos y aeroplanos.

La  señora Merkel, que es ese ente mezcla de Walkiria hipertrofiada y sargento chusquero con estreñimiento crónico  y una dosis poco saludable de tensiones sexuales resueltas a medias, está que lo vierte por los bordes. Se conoce que es lo que tiene esto de ser dueña y señora  de esta cosa en la que vivimos que se llama Europa. El caso es que gracias a  Frau Merkel (lo que en Españistán sería "la señá Ángela"), ya nos vamos enterando por vía rectal y nasogástrica  de que el marco alemán ahora se llama Euro, de que las inversiones germánicas privadas que han resultado fallidas ahora se llaman "deuda soberana ajena" y de que los antes llamados muy descriptivamente "países de mierda" ahora se llaman "países periféricos", que es lo mismo pero dicho en lenguaje más molón, guay y políticamente correcto.


Los periféricos somos esos vecinos que vivimos  más o menos alejados del centro de Europa, en lo que vienen a ser los barrios chungos de las afueras.  En definitiva, somos una retahíla de cutrones, voceras, vagos con olor crónico a ajo y una preocupante densidad de políticos por metro cuadrado. Sólo en Españistán, por poner un ejemplo triste, tenemos  cuatrocientos y pico mil, todos ellos con mando en plaza y un inusitado talento para sodomizar a la ciudadanía por el artículo 3. Y en muchos casos sin tener tan siquiera los estudios mínimos exigidos para la tarea. Se conoce que son autodidactas los muy cabrones.
 En definitiva, somos los griegos, portugueses, Irlandeses,  italianos, españoles... resumiéndolo mucho, amigos de la fauna ibérica, los periféricos somos la chusma del continente ( en alemán "Die Chusmen").  


Lo cierto es que habitamos en esta celtiberia periférica y ajoarriera nuestra en la que se invierte más en puticlubs que en I+D+i  y por tanto andamos bastante justos de inventos y patentes en todo lo que vaya más allá de la fregona, el chupa-chups , el morcón ibérico o  los concejales de urbanismo, y así nos luce el tupé. Llevamos años recibiendo sacos de perras gordas desde Europa para hacer carreteras, aeropuertos peatonales,  palacios de congresos donde no se congrega ni el Tato, estaciones de AVE en cada barrio,  o lo que se le cante en sueños al iluminado electo de turno. Y todo ello por el módico precio de mandar la agricultura, la pesca, la ganadería o cualquier atisbo de industria al mismísimo orto en aras del bien común de no se sabe quién. Bueno, sí se sabe pero ya nos entendemos...


Claro está que con un poco de suerte igual el nuevo Monsieur le Président de France  le aplaca los humos a la señá Ángela, aunque visto lo visto poca carrera lleva el hombre, que ya el primer día se pilla una notabilísima mojadura y acto seguido cuando se dirigía a Berlín empollándose la partitura para cantarle las cuarenta en Do Mayor a la señora canciller de la Bundesrepublik le cae un rayo en la mismísima mitad del medio del aeroplano. Se ve que el hombre no tuvo en cuenta que Thor jugaba en casa. Está claro que hay que leer un poco más de mitología nórdica o  en su defecto algún que otro cómic de Los Vengadores.  Por conocer el percal del enemigo, más que nada.


Y entre sinvivires y sambenitos variopintos capeamos el temporal como se tercie, que a improvisación no nos gana nadie tal y como han puesto de manifiesto nuestros últimos presidentes patrios. Eso sí, lo haremos subidos en nuestros Opel, Mercedes, Beemeuves y demás troncomóviles germanos fabricados con maquinaria germana bajo patente aún más germana mientras nos ponemos ciegos de Bratwurst con Kartofell de guarnición. Y para pasarlo por el gaznate una birrita de las que tenemos en el frigo Siemens. Eso sí:  la birra que sea  Pilsen. Faltaría más. 

Estimados parroquianos: que Thor nos pille confesados... 




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